Durante su historia económica reciente Chile ha fluctuado entre los extremos de una economía proteccionista y regulada hasta el libre mercado en el que el papel del estado en la economía se redujo al mínimo. Ha atravesado largos períodos de crisis y otros de estabilidad y se han experimentado múltiples planes de estabilización, algunos más exitosos que otros.
Los regímenes cambiarios en Chile, hasta la liberalización de 1999, se habían caracterizado por un alto grado de rigidez. El último régimen de cambio fijo comenzó a principios de 1978 en un intento de estabilizar la economía que acumulaba ya cinco años con tasas de inflación de entre 91,5% y 504,7%.
Anclaje cambiario, sobrevaluación del peso y crisis de balanza de pagos
El ajuste del dólar se haría en función de objetivos inflacionarios y se anunciaría previamente. Por ejemplo, a finales de 1978 el Banco Central anunció que ajustaría la moneda en un 15% a lo largo de 1979. Pero no funcionó y la inflación seguía por encima del 30% por lo que las autoridades monetarias decidieron un anclaje cambiario y en junio de 1979 fijaron el precio del dólar en 39 pesos.
Con un tipo de cambio fijo y sin control de la inflación, el peso se apreció. Se produjo un enorme déficit en la cuenta corriente y una crisis de balanza de pagos que terminó con una devaluación del peso de 18%.
Sobrevino entonces la peor crisis económica desde la Gran Depresión, con una caída del PIB de 14,3% en 1982 y un nivel de desempleo del 23,7%. A esto le siguieron varios años de inestabilidad cambiaria con devaluaciones puntuales y un sistema de minidevaluaciones diarias.
En un período de estabilidad entre los años 1990 y 1997, el tipo de cambio se apreció a una tasa promedio anual de 5,4%.
Chile evitaba un tipo de cambio libre
Las economías latinoamericanas han tenido una gran preferencia por los sistemas de cambio fijos, pero para mantener este sistema en el tiempo el país debe disponer de una gran fortaleza en sus reservas internacionales y en sus cuentas fiscales.
En una economía con régimen de cambio flexible existe un gran riesgo de insolvencia cuando las empresas, los bancos y las personas reciben ingresos y mantienen activos en moneda local, pero sus pasivos están en divisas. Es una realidad por la que han atravesado y todavía enfrentan empresas y personas a lo largo de Latinoamérica.
La crisis asiática y el régimen de cambio flotante
En julio de 1997 en el continente asiático, Tailandia entró en una severa crisis económica que se reflejó en una gran devaluación. La crisis se extendió a Filipinas, Malasia, Indonesia y Corea del Sur y sus efectos llegaron también a América Latina al año siguiente.
En 1998, los efectos de la crisis asiática impactaron en la economía chilena y regresaron las presiones sobre el peso chileno. El Banco Central intervino aumentando las tasas de interés y vendiendo reservas. Pero ya en septiembre de 1999 se dejó finalmente de lado el régimen de cambio fijo y se inició el período de liberalización del tipo de cambio.
En realidad, se trata de un sistema de “flotación sucia”, en el que el Banco Central puede intervenir a discreción para evitar desajustes cambiarios. Lo hace a través de la política monetaria aumentando o disminuyendo la tasa de interés y a través de la venta de divisas en el mercado.

La última crisis
El año pasado en el mes de julio el dólar llegó a cotizarse momentáneamente en 1.000 pesos por dólar, el mayor nivel de la historia. También la inflación trepó hasta 12,8%, la mayor tasa desde hace 31 años.
Varias son las razones. Chile es una economía abierta que está recibiendo el impacto de la recesión e inflación internacional y esto se junta con la inestabilidad política interna. Todo esto está haciendo mella en la confianza de los chilenos que buscan refugio para sus ingresos y ahorros invirtiendo en activos denominados en divisas diferentes al peso chileno. Es la crisis económica más reciente que está en pleno desarrollo.