La función principal de los bancos centrales en América Latina, es mantener el poder adquisitivo de la moneda, pero existen algunos como el Banco central de la República Argentina que además de la estabilidad monetaria y financiera, tienen como objetivo promover el empleo y el desarrollo económico con equidad social. Dichos objetivos en ocasiones se contraponen, pues un aumento en la tasa de interés -principal instrumento de los bancos centrales-, puede ayudar a mitigar la inflación y al mismo tiempo, ser un obstáculo para incentivar el empleo.
En economía es habitual hacer pronósticos de las variables de interés observando su comportamiento en el pasado, pues normalmente se encuentran patrones que se repiten de forma regular dentro del año, o bien, condiciones externas que ocurren periodicamente y, por lo tanto, se puede llegar a tener una idea (o pronóstico) de como se van a comportar en el futuro. Con esta información es como los individuos y empresas están en la capacidad de tomar decisiones con una expectativa de lo que sucederá en el futuro. No obstante, estos pronósticos incorporan un elemento de incertidumbre que, en ese contexto, podemos definir como la probabilidad de que estas previsiones efectivamente se cumplan.
Para los bancos centrales los pronósticos y las expectativas son de suma importancia, tanto, que es sabido que uno de los canales de transmisión de política monetaria es el canal de las expectativas. De forma general, consiste en tomar decisiones que reflejen el compromiso del banco central con el cumplimento del objetivo de inflación, es decir, que sea creíble que las desiciones tendrán como consecuencia la estabilidad de precios.
Cuando un banco central comunica una postura monetaria que resulta factible, los agentes económicos tienden a planear sus decisiones con un escenario de inflación estable o cercana al rango objetivo. A este proceso de se le denomina “anclaje” de las expectativas de inflación y resulta particularmente importante después de shoks como los experimentados en tiempos recientes, ya que, ante eventos atípicos -como lo fueron la pandemia y la interrupción de las cadenas de suministro-, se espera que en el corto plazo las expectativas de inflación y la inflación aumenten. Sin embargo, es deseable que en el mediano plazo se encuentren ancladas, es decir, que se prevea que la inflación regrese a un nivel aceptable en un horizonte de tiempo no muy amplio.
En el caso particular de Argentina, se observa una tendencia al alza de las expectativas de inflación a 12 meses, lo que indica que las expectativas no se encuentran ancladas en el mediano plazo, todo lo contrario, se espera que la inflación continué repuntando.

Fuente: Cálculos propios con datos del Banco central de la República Argentina.
Entendiendo esto, podemos comprender que resultará muy complicado que Argentina reporte niveles de inflación inferiores al 10% como históricamente otros países de la zona han experimentado. En Argentina se replican periódicamente condiciones desfavorables en aquellas variables que podemos incluir como determinantes de la inflación. Por una parte, el tipo de cambio muestra un deterioro importante y sostenido, más aún, el país no cuenta con una fuente de entrada de divisas extranjeras que puedan apreciar la moneda debido a que sus exportaciones se concentran en ciertos productos agrícolas, como la carne, que resultan vulnerables a eventos atípicos externos y climáticos locales. Cuando los pronósticos se alinean, se crea un contexto en que el escenario con menor incertidumbre (más probable) es aquel con una inflación alta. En segundo lugar, si bien se ha continuado con una política monetaria restrictiva, las expectativas en el mediano plazo continúan al alza y ello favorece a que los agentes económicos incorporen un aumento en los precios, dentro de la planeación de sus compras o producción y por tanto precio final generando una espiral que, histróricamente, ha demostrado ser difícil de detener.