Destinar parte del ingreso al ahorro antes de hacer los gastos, es una buena estrategia de planificación financiera, no obstante, a medida que los hogares enfrentan decisiones de consumo más complejas, con precios más altos y con mayores necesidades, hacerlo resulta complicado. En ese sentido, revisar un panorama general de los patrones de ahorro, puede ser útil para poner en perspectiva la importancia de hacerlo de forma recurrente. No hay que perder de vista que como cualquier otro indicador económico basado ingreso disponible, las heterogeneidades entre países están ligadas al nivel de desarrollo de la economía, aun así, la comparación resulta útil para evaluar las condiciones en las que una persona esta en capacidad de ahorrar o invertir.
El Bureau of economic analysis del departamento de comercio de Estados Unidos, calcula la tasa personal de ahorro, que se estima a partir de los ingresos menos los gastos personales y los impuestos pagados, obteniendo un porcentaje de renta disponible dedicado al ahorro. En los datos más recientes se observa que dicha tasa se sitúa alrededor de 3.5%. La gráfica 1 muestra el comportamiento de esta tasa en los 8 años más recientes, se puede observar el notable pico entre abril y mayo de 2020, el momento donde la pandemia cobró más fuerza y las restricciones de movilidad fueron mayores. Así, podemos identificar que, en promedio, las personas en Estados Unidos respondieron ante la incertidumbre causada destinando casi 34% del ingreso disponible al ahorro, cifra que ha bajado gradualmente. Esto nos aproxima el nivel de respuesta que tuvieron los hogares en Estados Unidos a la pandemia, disminuyendo drásticamente su consumo, por una parte, por la imposibilidad de gastarlo y, por otro lado, para tener una mayor holgura en caso de una emergencia, sobre todo en el rubro de la salud.

Fuente: Elaboración propia con datos de Reserva Federal de St. Louis
En contraste, no tenemos datos similares en países de América Latina, pero podemos tomar como referencia los datos generados por encuestas en hogares. En particular Colombia presenta perfiles de ahorro en donde la mayoría se concentra en estratos altos de ingreso, de modo que el ahorro en proporción del ingreso disponible en hogares de menores recursos es prácticamente cero, de hecho, en algunos deciles no existe capacidad de ahorro pues lo que se gasta es superior a los ingresos y el faltante es costeado por subsidios gubernamentales. Además de lo anterior, existen algunos estudios que explican que durante la emergencia sanitaria se observó un patrón similar al citado para Estados Unidos, un aumento del ahorro en los meses más complicados y un rápido descenso.
De manera similar, para México no hay una estadística de tasa de personal de ahorro, pero datos recientes de la encuesta nacional de ingresos y gastos de los hogares (ENIGH) señalan que, haciendo una resta similar, los hogares mexicanos tienen una capacidad de ahorro de 10% del ingreso corriente total (si consideramos los impuestos pagados, este dato sería mucho menor al de Estados Unidos). A pesar de lo anterior, haciendo el mismo ejercicio para 2018, se puede observar de dicha capacidad ha aumentado ligeramente, en consecuencia de un incremento en el ingreso laboral.
Los datos muestran una gran disparidad de capacidad de ahorro, es de esperarse que el comportamiento sea similar para las inversiones pues en economías desarrolladas como Estados Unidos, en general, tienen un mayor acceso a información y cultura financiera para convertir ahorros en inversiones, al respecto, podemos encontrar información disponible acerca de la cartera de activos que en promedio maneja un hogar estadounidense. El mismo departamento que calcula la tasa personal de ahorro para aquel país hace un diagnóstico de la riqueza de los hogares recurrentemente, los datos más recientes son de 2021[1]. En ese estudio se señala que el 95% de los hogares tienen activos en instituciones financieras, lo cual puede ser en gran parte explicado por las cuentas de depósitos a la vista, sin embargo, el 59% tiene cuentas para el retiro y casi el 30% tiene inversiones en acciones o fondos de inversión. Finalmente, el 15% tiene activos comerciales y en una menor proporción poseen bono de gobierno y otros activos financieros.
En contraparte, para México encontramos cierto rezago en términos de tenencia de instrumentos financieros, con información de la encuesta nacional de inclusión financiera, en 2021[2], en promedio sólo el 67% de las personas tienen algún producto financiero formal, cifra muy inferior observado en Estados Unidos. Por otro lado, si bien no hay una cifra exacta del porcentaje de personas que invirtieron en algún bono, producto o activo financiero distinto, en la misma encuesta se señala que sólo el 7% de las personas ha tomado algún curso sobre ahorro o crédito, lo cual no hace factible que tengan una diversificación comparable con el país vecino.
Finalmente, durante 2019, se llevó a cabo en Colombia la encuesta de medición de capacidades financieras[3], en ella se hace un resumen acerca del conocimiento y tenencia de servicios financieros. Dentro de sus resultados se destaca que sólo el 35% de la población entrevistada tenía una cuenta de ahorro, siendo un porcentaje incluso menor al de México. Además, sólo el 2% de los encuestados contestó tener alguna inversión en un fondo o acción. Estas cifras ponen en contexto, en primer lugar, las diferencias existentes en ingreso disponible entre los dos países latinoamericanos y Estados Unidos; y en segundo lugar, el rezago en el acceso a servicios financieros de la sociedad latinoamericana en general.
En resumen, Estados Unidos tiene una mayor capacidad de ahorro y además un mejor uso de instrumentos financieros, en consecuencia, la persona promedio está en una mejor situación al momento de enfrentar eventos complejos atípicos, pero también lo está en términos de rendimientos a largo plazo, pues accede en general a mayores ganancias futuras, lo que les da acceso a una mayor capacidad de consumo en edades más avanzadas. Por el contrario, en países latinoamericanos se necesita, además de incrementar el ingreso, una expansión de la inclusión y cultura financiera que permita que la población en general tome mejores decisiones que repercuntan en que su consumo futuro pueda ser financiado con las oportunidades de inversiones de hoy.
Para reducir estas diferencias, al menos en la falta de conocimiento de inversiones en activos financieros, se necesita aumentar la difusión de la información acerca de finanzas personales, entender y planificar los gastos. Además, el destinar una parte del ingreso al ahorro para el futuro puede tener impacto en el bienestar a largo plazo y por ahora parece que los países latinoamericanos no están explorando estas opciones. Si bien en los últimos años se han expandido de manera notable en latinoamérica empresas financieras (fintech) que han aportado a mejorar la inclusión financiera y a disminuir las barreras a la extrada que tiene la banca tradicional.
[1] The Wealth of Households: 2021, United States Census Bureau.
[2] Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2021, INEGI.
[3] María Fernanda Tenjo, & Diana Mejía. (2021, April 26). Encuesta de medición de capacidades financieras de Colombia 2019.